El agua es uno de los emblemas más antiguos de la humanidad, está presente en el repertorio visual de prácticamente todas las cosmogonías del mundo. En la iconografía de la alquimia se encuentra a lo largo de todo el devenir de la “obra”. El agua es un medio denso y ubicuo, por lo tanto funciona como vehículo tanto de pureza como de contaminación, es capaz de dar vida y muerte, su imagen pregnante y su potencia simbólica acompañó y acompaña la historia del movimiento nacional.
Un 17 de Octubre de 1945, por la mañana, miles de obreros olvidados del cordón industrial en el Conurbano sur se encontraron con el puente del Riachuelo levantado, su intención era llegar a Plaza de Mayo, cruzaron a nado ese río de aguas contaminadas y putrefactas, (putrefactio, primer paso hacia la concreción del opus alquímico).
Con sus cuerpos contaminados llegan a la plaza frente al palacio y meten con descaro sus patas en la fuente de aguas puras que nutre y da vida a la ciudad, la ofensa fundacional que provoca esta irrupción peronista está consumada. Desde esa tarde del 17 de Octubre peronismo y corrupción componen un sintagma que permanece indeleble en el tiempo (corruptio, otro paso del opus alquímico).
Luego de 5 años, en 1950, se inaugura la Ciudad infantil, una realización en pequeña escala que mostraba el cumplimiento de la utopía justicialista en forma de pedagogía urbana. En el centro de la pequeña urbe se construyó una fuente circular con agua cristalina: podemos ver en la tapa del folleto de propaganda la emblemática foto de un conjunto de niños felices jugando, metiendo en este caso sus manos y apropiándose de esas aguas puras, que de acuerdo con el tercer paso de la “obra” alquímica se corresponde con la “vida nueva” (purificatio), surgen de ahí nuestros únicos privilegiados (el opus peronista).
Por esos años se construyen una serie de hoteles sindicales a orillas del mar, como no podía ser de otra manera, el descamisado ahora sumerge su cuerpo entero en esas aguas, los ofendidos abandonan las playas, se corren primero un poco al sur, luego inician una huida sanitaria hacia el norte, bien al norte, tanto que construyen su propia ciudad de veraneo en un país extranjero.
Con el actual nuevo gobierno esta ofensa fundacional se reactivó, en la ciudad “tupaquera” de Jujuy una gigantesca pileta, lugar central de la comunidad (casi como un pequeño océano interior, lobos marinos incluidos) y emblema de un goce excesivo fue desmantelada ¿Hacía falta contaminar tanta agua? Se preguntaron los jueces, esa era una corrupción a la que había que poner fin de inmediato.
Recuerdo un hecho real sucedido en la década de los 90’, un conocido y próspero dirigente sindical peronista pudo cumplir con su sueño de ser propietario de algunos caballos de carrera, inmediatamente quiso ingresar como socio en el Jockey Club, después de algunos cabildeos por parte de sus autoridades resultó finalmente aceptado. Aun así no logró ser un socio pleno de esa aristocrática institución, puesto que, literalmente, no aprobaron su pase a la pileta. Este hombre, a pesar de sus esfuerzos, nunca pudo purgar la marca indeleble de la contaminación peronista.
Daniel Santoro
Texto publicado en Sombras Terribles. Apología de la negrada.