Muy cerquita del paro internacional de mujeres del 8 de marzo, desde Revolución. Escuela de un sueño eterno compartimos una primera selección de textos e imágenes que integran este cuaderno relámpago, y que aportan a seguir construyendo una práctica de la vida cotidiana, feminista y antipatriarcal. Desde la palabra, los cuerpos y los sentidos. Sin feminismo no hay. Socialismo. Anarquismo. Peronismo.

 

Walicheras de la rebelión

Desde el subsuelo de los derechos salimos a luchar.

Las nombramos, las traemos,

por largos minutos las miramos…

sus ojos en las fotos

nos saben a poco.

Las traemos en el cuero dolido,

curtido,

manoseado de las que aún estamos.

 

Venimos en manada,

somos el grito walichero

somos el cuerpo colectivo

que aún late fuera de tiempo.

respiro… vacío con otras, respiro…

Arremetemos contra los mandatos,

haciéndole frente al escudo humano

de misoginos hipócritas y manipulados.

 

Las hacemos emerger de nuevo,

a esas que se nos quedaron en la garganta

y son la furia que nos mueve.

Somos las locas, histéricas, putas y negras,

las tortas, insatisfechas, travas y viejas,

las brujas, las wachas, las fieras.

Las abortistas, locas de mierda.

Somos las chamanas de la rebelión,

los ovarios ardientes,

las tetas libertarias,

los cuerpos disidentes.

 

En las calles aprendimos

a ser devotas de nosotras mismas.

Tenemos la memoria colectiva,

los dolores ancestrales

y las fuerzas nuevas.

La mirada limpia,

el llanto cobijado,

la lucha en las calles,

en las camas y en las moradas.

 

Nos hierve la sangre,

son furia nuestras manos,

estas cuerpas laten los mismos cantos.

Aquí y ahora nuestra alegre rebeldía,

nuestro grito walichero

nuestro feminismo guerrero.

Por Eloísa Molina (fotos)  y Giovanna Paz (texto) 

 

Abuelas anarquistas

 

Pioneras, revolucionarias, militantes, mujeres. Salvadora Medina Onrubia. Virgen roja, madre soltera en 1906, mujer que rompió con todos los cánones establecidos para fines de Siglo XIX, mujer que se atrevió y que marcó el rumbo para todas las mujeres que le siguieron después en Argentina.

América Scarfó, joven que irrumpió en el movimiento a los 15 años y aprendió a defender los ideales más elevados para las mujeres libertarias: el amor libre y la anarquía.

Mujeres invisibilizadas, conocidas como las “mujeres de”,  acechadas hasta por sus propios demonios y estructuras, porque no es fácil ir más allá de lo que la sociedad esperaba para ellas.

Salvadora cometió todos los pecados inimaginables para una mujer en esa época y fue hasta contra sus propios límites. Y osciló una y otra vez, entre la lucha anarcofeminista, su mundo espiritual, la escritura, la actividad política y el mundo burgués de su marido Natalio Botana. Luchó fervientemente por la liberación del exponente anarquista, Simón Radowitzky, el encargado de vengar las muertes de la masacre de la Semana Roja en 1909, donde el coronel Ramón Falcón reprimió y asesinó a muchos de sus compañeros anarquistas.

También ayudó a América Scarfó cuando más la necesitaba: luego del fusilamiento de su hermano anarquista, Paulino Scarfó, y de su amor, Severino Di Giovanni, a manos de la dictadura de José Félix de Uriburu, en 1931. Le dio trabajo para que América pudiera ayudar económicamente a los hijos de Severino; y un hogar y contención, ante el acecho policial constante. Y América buscó también en Salvadora con quien compartir sus ideas entre la oscuridad de la primera dictadura de nuestro país. El movimiento político que tanto amaban, se iba derrumbando. Anarquistas desaparecidos y asesinados.

Salvadora era distinta y su historia, como la de todos, estaba llena de contradicciones. Su vida vagaba entre una y otra realidad, intentando encontrar su centro, porque se sentía una descentrada. Y por sentirse distinta, también comenzó su inestabilidad: sus hijos la despreciaban por su excentricidad y su ideología política y la vida familiar estuvo signada por las peleas, la tragedia y la muerte.

De esta forma, Salvadora volcó su angustia (y la de todas las mujeres) en sus obras literarias, las adicciones y la vida espiritual.  También cuestionó el rol de la mujer y la maternidad en un mundo que parecía anticuado para ella.  Y terminó en la soledad, y probablemente en el olvido.

América, por su parte, era muy joven cuando ingresó al anarquismo, pero no por ello inocente: supo enfrentarse a las críticas de su familia y hasta de sus propios compañeros, que la subestimaban por ser mujer y simplemente ser la compañera de unos de los referentes libertarios más importantes: Severino Di Giovanni. Logró fugarse de su casa, enfrentarse a sus propios compañeros de ideas ante los prejuicios y  generar un proyecto de economía autosustentable para los anarquistas con huertas y una editorial para las publicaciones libertarias.  Ese paraíso no duró más de un año: la policía irrumpió, confiscó todo y se la llevó presa. Zafó, era menor, pero Paulino y Severino fueron fusilados (los últimos por pena de muerte en Argentina) bajo las órdenes de Von Pepe Uriburu.  Así murió el amor, y durante años y años se refugió en el anonimato, pero sus ideas anarquistas continuaron hasta después de su muerte.

La pulsión vital, la energía arrolladora y las ideas de avanzada las acompañaban, pero quedaron olvidadas. Por suerte existe el revisionismo histórico para rescatar la historia de nuestras abuelas anarquistas, y por suerte la historia no sólo la cuentan los hombres.

cuadernos mala testa revolucion-02

Por Daiana Rosenfeld

Imagen: Agustín Blanco

 

 

Revolucionar la revolución: el avance de las mujeres en el proceso transformador cubano

Cuando nosotros llegamos esta noche aquí, le dije a un compañero que este fenómeno de las mujeres en la Revolución era una revolución dentro de otra revolución. Y si a nosotros nos preguntaran qué es lo más revolucionario que está haciendo la Revolución, responderíamos que lo más revolucionario que está haciendo la Revolución es precisamente esto; es decir, la revolución que está teniendo lugar en las mujeres de nuestro país. Si nos preguntaran cuáles son las cosas que más nos han enseñado en la Revolución, responderíamos que una de las lecciones más interesantes que los revolucionarios estamos recibiendo en la Revolución es la lección que nos están dando las mujeres

Fidel Castro  

V Plenaria Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), 1966

 

La masiva participación de las mujeres en la Revolución Cubana supone un aporte clave tanto en su gestación durante la década del 50, cómo en su apertura en el 59 y su desarrollo durante casi 60 años revolucionarios.  Condensadas en la Federación de Mujeres Cubanas, las compañeras no son sólo una institución del Estado, sino que son transversales en todos los frentes en donde la Revolución se proponga transformar. La historia del movimiento de mujeres en Cuba retrata su importante rol político y protagónico, que la historización burguesa nos pretende borrar.

Joseba Macías[1] (sociólogo, politólogo y periodista vasco) esboza una breve historización de este movimiento que no sólo significa la incorporación de la mitad de la población, sino que resulta ser quien revoluciona hasta la propia Revolución. A fines del Siglo XIX, en consonancia con todas las sociedades poscoloniales de la región, las mujeres cubanas se encuentran segregadas en su rol reproductivo: sin inserción laboral, política, social o cultural; o ingresadas al sistema económico con trabajos serviles. En las primeras décadas del Siglo XX comienzan a visibilizarse los primeros esbozos y conquistas de un movimiento de mujeres incipiente en Cuba. Movimiento signado por avances acotados a la (también fundamental) disputa institucional/parlamentaria: ley de divorcio, sufragio femenino. Como así también a la puja por la inserción laboral de las mujeres, y por la reivindicación y aparición en la vida pública de la figura femenina.

Asociado a la construcción de la mujer tradicional este feminismo liderado por mujeres blancas podría definirse como un feminismo liberal, donde convergen varios sectores políticos, desde el liberalismo, el progresismo, el conservadurismo y hasta el socialismo. A partir de mediados de la década del 30, en consonancia con la aparición de partidos progresistas y nacionalistas, el feminismo progresista (auto identificado luego a la hora de la transformación como de izquierda) empieza a cobrar importancia y peso dentro de la correlación de fuerzas del movimiento de mujeres creando sus propias organizaciones.

En la década del 50 en Cuba la radicalización de la lucha en contra de la dictadura de Batista se convierte en el preludio para el desenlace y la apertura del proceso revolucionario. Y el movimiento de mujeres no se queda atrás. Ya atravesadas por un feminismo de izquierda, las distintas organizaciones de las compañeras se convierten en actrices decisivas junto con los ya conocidos actores: la Federación de Estudiantes Universitarios y el Movimiento 26 de Julio.

Isabel Moya[2], directora de la cátedra de géneros en el Instituto José Martí en Cuba, aporta cómo se puede interpretar esta evolución del feminismo cubano. Encuentra la explicación en el fenómeno general en nuestra región del proceso del movimiento de mujeres. Un primer momento hasta la década de 1940, refiriéndose a este feminismo de avances más institucionales y sobre la vida pública; y un segundo momento, precedido por un impasse, a partir de la década del 60 donde el feminismo se afianza y se alinea con las distintas avanzadas revolucionarias latinoamericanas.

Entendiendo cómo se gesta la Revolución desde el desarrollo del movimiento de mujeres, queda retratar cómo las compañeras construyen este nuevo proyecto transformador y cómo el proyecto construye al movimiento. La creación de la Federación de Mujeres Cubanas, a diecinueve meses de la apertura revolucionaria, significa una nueva unidad del proceso popular pero esta vez con las mujeres como protagonistas. La aparición de la mujer y su condición de doble explotación, por lo tanto de doble revolución en los discursos de Fidel, acompañan ésta avanzada femenina y feminista en el proyecto. El trabajo de la FMC se empieza a enfocar rápidamente y en el inicio en los ámbitos educativos, en los medios y en la construcción de una nueva conciencia para los hombres y mujeres nuevas que supone este Estado socialista. A mediados de los 60 se profundiza el rol de las mujeres y se inicia en la Revolución una batería de iniciativas y políticas para su inclusión en el sistema productivo y así avanzar en la conquista de la autonomía económica. Esto no solo supone la ampliación de las filas de trabajadores y trabajadoras de la Revolución, sino sobre todo la dinamización del Estado revolucionario ante la novedosa urgencia de asumir un rol en lo que el capitalismo determina como vida privada, y el patriarcado se lo designa a las mujeres.

La creación de bases materiales para el avance sobre la autonomía económica de las mujeres torna urgente la intervención estatal en los trabajos domésticos y de crianza de los niños y niñas. El desarrollo de circuitos infantiles, de guarderías,  la ampliación del sistema educativo, la profesionalización de los servicios de salud, suponen una consciente y paulatina inserción laboral de las compañeras. Pero especialmente es expresión material de la conciencia sobre esta doble, o más bien triple explotación capitalista-patriarcal de las mujeres: por raza, por género, por clase. Es esta dinamización la que Fidel reconoce como una de las partes esenciales de los aportes de las mujeres a la Revolución: no es solo la construcción de una nueva conciencia, sino la motorización constante de un Estado que se ponga a la altura de las circunstancias de esta emancipación en transición.

En conjunto con la inserción laboral femenina, en Cuba aumenta la cantidad de profesionales mujeres universitarias, la participación social de las compañeras en las misiones sociales, la cantidad de mujeres en cargos públicos y con tareas de dirección política en programas estatales; y aumenta la participación de las compañeras en la toma de decisiones desde locales, provinciales hasta nacionales. Resulta necesario resaltar la creación del Centro Nacional de Educación Sexual- CENESEX- (coordinado por Mariela Castro, hija –no casualmente- de Vilma Espín y de Raúl) que desde el 89 se dedica a incorporar la diversidad sexual como bandera  y como política del Estado cubano. La implementación de la educación sexual en todas las escuelas, la incorporación del libre derecho a la elección sexual, la avanzada en leyes sobre la identidad de género, y la reciente conquista en 2008 de la incorporación de la intervención quirúrgica para el cambio de sexo en el sistema público gratuito cubano, son algunas de las conquistas.

Y así, las mujeres cubanas reescriben la historia revolucionaria de la isla. No sólo se imponen también como protagonistas, sino que desindividualizan el curso de la historia burguesa, que cuando exigimos que no ignoren nuestro rol nos reconocen solo 3, 4 o 5 compañeras como partícipes de los procesos. Con Haydeé Santamaría, Vilma Espín, Celia Sánchez, y tantas otras compañeras referentes como ejemplo, en una Cuba llena de mujeres que escriben, aportan, incomodan y dinamizan la Revolución.

El ejemplo de las mujeres revolucionarias de Cuba hace que resulte inevitable afirmar que la relación entre las mujeres y la Revolución es dialéctica y se retroalimenta en cada paso del proceso. La Revolución no inventó a las mujeres cubanas ni al feminismo, fueron las mujeres con su propia historia, sus propias disputas, sus propias organizaciones que hicieron la revolución y luego la profundizaron. Pero, a su vez, fue la instancia revolucionaria la que logró afianzar que la construcción del feminismo debiera ser popular o no ser. Nuestra condición de transgresión, de dinamización, de ruptura e incluso de incomodidad nos implica una responsabilidad histórica que nos pone como tarea revolucionar la propia Revolución.

Es este ejemplo, es este reconocimiento de nuestra potencialidad que materialmente demuestran las compañeras cubanas y que asume Fidel en cada discurso o práctica, la que debe desafiarnos a hacer una propia reflexión sobre el curso de nuestras organizaciones, sindicatos, y movimientos sociales. Es hora de que las compañeras asumamos cada vez más la conducción de los espacios, de las bases, del pensamiento crítico. Nuestra explotación es doble al igual que nuestra Revolución, y especialmente que nuestra tarea: seguir en pie construyendo aquel movimiento transformador que logrará la emancipación, pero sobretodo, tener la capacidad y la fuerza para dinamizar, incomodar y revolucionar constantemente ese movimiento el cual construiremos mujeres y hombres para un mundo verdaderamente libre.

Somos sujetas de poder, somos sujetas de lucha, somos sujetas revolucionarias; y eso no nos lo enseñó la Revolución, sino que fuimos nosotras la que se lo enseñamos. Con Fidel en el corazón, ¡Que Vivan las mujeres revolucionarias de Cuba y de todo el mundo!

La Revolución será Feminista, o no será.

[1] MACIAS, Joseba. Revolución Cubana: Mujer, Género, y Sociedad Civil. Viento Sur

http://www. vientosur.info/documentos/Cuba%20% 20Joseba.pdf  (sitio consultado en Noviembre de 2017)

[2] MOYA, Isabel (2010 a). Entrevista con Joseba Macías. Bilbao, 1 de octubre de 2010

 

Por Abril García Mur

 

30.000 revoluciones en el país de los abrazos. Conversando con Nora Cortiñas

05 Elosia Molina (2)

Para quienes militamos por el socialismo, Nora Cortiñas es un amor en lucha. Una madre, una compañera de luchas, de todas las luchas. Nos encontramos con ella exactamente en todos los territorios donde intentamos construir ese mundo donde quepan muchos mundos, que llamamos socialista. Poner el cuerpo y el corazón en cada resistencia es para ella seguir apostando por la revolución. Levantar las banderas de las y los 30.000 deviene, lejos de eslóganes, práctica cotidiana para esta mujer de 87 años que era en 1977 -como cuenta le decía Gustavo, su hijo detenido desaparecido desde entonces- “un ama de casa entre cuatro paredes”. Transitar, sin más, de lo que en los años ‘70 parecía el inicio de una revolución, hacia la oscura noche signada por el terrorismo estatal. Y desde allí, salir a la lucha frenética, con otras, madres, muchas de ellas amas de casa también seguramente. Hoy, 40 años más tarde, Norita afirma que vamos a cumplir con los sueños de las y los 30.000 en éste, el país de los abrazos. Sí, ella, a sus 87.

¿Qué implica y como te atraviesa la idea de revolución?

En algunas épocas se llamó revolución a un alzamiento militar, que desvirtuó a veces la palabra revolución. Una revolución quiere decir que algo tiene que cambiar. Como cuando dicen el pueblo esta revolucionado; si está revolucionado es porque las cosas andan mal, y se quieren cambios, se quieren modificar situaciones.

¿En qué medida era revolucionario el proyecto de las y los 30.000?

Antes de que empezara el terrorismo de Estado y lo que pasó con el golpe de Estado cívico militar, eclesiástico y económico, había un estado de movimientos populares que podían dar un ejemplo de lo que sería el comienzo de una revolución. Pero no llegó a eso, no fue una revolución. Fue un cambio de cosas que estaban mal sobre el avance del neoliberalismo y unas capas de jóvenes que tenían inquietudes, para que no se llegara a lo que se llegó. Por eso acá intervino desde afuera  EE.UU., tratando de orientar a las fuerzas armadas en el sur de América Latina, empezando con el operativo Cóndor y otros operativos, tratando de incursionar en estos movimientos. Fue una época en la que no sé si estaban dadas las condiciones para una revolución. El pueblo nuestro es joven y hubo un intento que fue atacado por las fuerzas militares y civiles para aplacar ese énfasis, ese sector de la juventud que quería frenar lo que tuvimos y, más aún, lo que tenemos ahora.

¿Cómo vivías aquellos años y cómo era el vínculo con Gustavo?

Nuestra relación era muy buena, pero con mucha discreción, como la mayoría de los jóvenes, no queriendo involucrar a los padres en lo que ellos vivían, que efectivamente después fue tan peligroso y justamente por eso ellos nos cuidaban. En la mayoría de los hogares no éramos politizados, teníamos sí una idea de la política, pero no familias politizadas donde todos participaban. En mi casa Gustavo era el involucrado en la política y en la lucha que se estaba llevando a cabo. Compartíamos ese ideal, pero muy discretamente él, en el sentido de exteriorizar todo lo que vivían, inclusive los peligros que pasaban. Desde luego cuando se llevan a Gustavo y desaparece, el mundo cambió totalmente. No dudé en salir a la calle, en salir a buscarlo, y nos fuimos encontrando las madres. Salimos en esa búsqueda frenética, que no para, porque hasta el día de hoy sigue teniendo ese tono, ya que no es posible quedarse en casa con los brazos cruzados ante lo que está pasando. Y también decidimos recoger sus banderas de lucha inmediatamente, para entender más todavía cómo soñaban ellos y qué es lo que querían para su patria, su país, su pueblo: Soñaban con el socialismo. El socialismo evidentemente fracasó en el mundo, eso sí tiene que ver con la revolución rusa, porque se tergiversó también, por eso es que a veces la palabra revolución no significa todo. Los jóvenes soñaban con los ideales del Che, el mensaje del Che, de cambiar el mundo y transformarlo en un mundo para todos y todas. En muchos países esos ideales se ven muy difíciles de cumplir.

Para la juventud el Che es una de las referencias ineludibles al pensar en la revolución ¿Qué significa para vos?

Yo no lo conocí, en esa época estaba en otra cosa, era un ama de casa criando hijos. Y no estaba para nada en el ambiente político, pero el sentimiento lo recibí de mi hijo, esa admiración por el Che, los sueños de revolución, del cambio, de socialismo. Con el paso de los años no llegamos al socialismo, vimos que fracasó en muchos países ese camino que se había emprendido en esas luchas de antaño. Al Che lo sigo viendo como una figura admirada por una etapa de la juventud muy hermosa, que tenía esos ideales. Los ideales los sigo viendo en muchos jóvenes de esta generación, pero está lejano todavía lo que sería el sueño de la igualdad y lo que sería repartir el mundo para todos iguales.

Santiago Maldonado era parte de esta juventud con ideales ¿Cómo viviste su desaparición y muerte?

La metodología aberrante que es la desaparición forzada de personas viene de la década del ’50 de Argelia, quizás no se empezó propiamente ahí, pero se acentuó y vino a América Latina a apagar estas luchas que se fueron dando en nuestros países. Esta metodología, que creíamos que ya se había terminado, que el Nunca Más se iba a cumplir, aunque el gobierno niega y quiso tergiversar lo que fue la desaparición seguida de muerte de Santiago, es doblemente criminal, porque es un hecho muy grave la desaparición, cuando a una persona se la priva de todos sus derechos, cuando ni la familia ni el pueblo saben qué paso con ellos, en el caso de Santiago termina con muerte y es plantado el cuerpo en un lugar que quisieron simular que había estado, cuando eso no es verdad. Toda esa mentira, ese negacionismo, ese querer ocultar, es porque es un gran crimen. Eso nos muestra que no estamos libres de que se quiera acallar esos ideales que se renuevan en nuestro pueblo con cada generación.

Nora, ¿sos feminista?

Yo aprendí en la calle, de un ama de casa más cerrada en las cuatro paredes, como me decía Gustavo, que las mujeres no solo tenemos deberes para cumplir en el hogar, sino que tenemos derechos, día a día esto va surgiendo. Dejamos de ser invisibles para pasar a tener el protagonismo que tiene que ser aceptado y que el mundo está hecho para los hombres y las mujeres.

Otras veces te escuchamos decir que la lucha tiene que ser con alegría

Así decía el Che también. Todo este caminar nuestro dentro del dolor y de la incertidumbre en esta lucha sobre qué pasó con nuestros hijos. Sabemos qué pasó, no están, pero el Estado todavía tiene que dar explicaciones y abrir los archivos. Este transitar lo hicimos primero con la familia, que nos acompañó. Casi todas las madres tenemos la suerte de tener familia: hijos, nietos, bisnietos y fuimos creciendo en eso. El dolor lo transformamos en una lucha muy fuerte y consciente. Levantando las banderas de nuestros hijos e hijas podíamos mantener esa ilusión, de ese cambio a ese estado de los pueblos, con igualdad, que no hubiera hambre, que hubiera trabajo para todos, con todas las necesidades básicas cumplidas. Lo hicimos con una alegría de compartir, con todo nuestro deseo de que todos los que vinieran al lado nuestro sintieran esa fuerza el día a día. Y así lo hacemos, tenemos esa luz que nos dejaron no solamente los que no están, nuestros hijos e hijas, sino los que tenemos alrededor. Este es un país que yo lo llamo el país de los abrazos, donde nos encontramos y nos brindamos una sonrisa, un abrazo, no es de amargura, el dolor es transformado en esta lucha diaria que tenemos.

¿Qué mensaje les darías a las y los militantes con los ideales de las y los 30.000?

Que hay que hacer política sin obsecuencia y sin el compromiso de aceptar lo que los líderes que elija cada joven para la lucha vayan marcando. Creo que los jóvenes tienen que pensar la política, pensar desde adentro, desde lo que palpan en la vida real. Si los jóvenes son obsecuentes de una política y después de años se dan cuenta que estuvieron equivocados y que esa política no es lo mejor, es bueno poder recapacitar y volver para atrás un poco, para pensar qué es lo mejor para que un pueblo se desarrolle y sea feliz. Creo que vivimos muchos años con una obsecuencia en política partidista, que no nos benefició, que hubo errores y que es bueno reconocerlos. Siempre se puede retomar el camino para volver otra vez a una realidad.

¿Cómo te imaginas esa sociedad por la que siempre gritas hasta la victoria siempre?

El éxito de la lucha nuestra, de las madres, el verdadero éxito, hubiera sido abrazarnos con nuestros hijos, con nuestras hijas, verlos crecer a su vez con sus hijos y sus nietos, en esa ilusión del país para todos y todas. Ese hubiera sido el éxito, pero tuvimos logros en este caminar, tuvimos logros, por lo pronto luchamos contra la impunidad, hasta que no lo logremos no pararemos, y dejamos a su vez la herencia para las nuevas generaciones. Que no haya hambre, que no veamos a los niños por la calle, que veamos que en los hogares se pueden sentar en la mesa, los padres que tengan trabajo digno y respeto de sus ideales también, de esa vida plena para todos y todas. Yo creo que es ese el ideal, cuesta mucho pensarlo porque hay factores y políticas que son negativas para este sueño. Pero hay que seguir luchando, no hay que bajar los brazos, y al menos yo creo que hay una voluntad de llegar a esa especie de ideal de esos sueños truncados. No estarán truncados si seguimos levantando todas las banderas de lucha que tuvieron, no solamente la generación de estos 30000, sino anteriormente las luchas que tuvimos en Argentina y en los pueblos. Tengo esperanzas, siempre que sigamos con esta lucha, se va a lograr cumplir con esos sueños.

Por Antonella Alvarez

Fotografía: Eloísa Molina

Las revoluciones de Rosa

“La revolución es magnífica. ¡Todo lo demás es un disparate!”. 1905

Escribo estas notas cuando se está cumpliendo un siglo de la Revolución Rusa, una obra colectiva conmovedora, desbordante e impetuosa, que marcó el Siglo XX, tanto por la vitalidad de su realización -que confirmó a los ojos de los pueblos que es posible salirse del desorden mundial capitalista y crear una nueva manera de organizar las relaciones sociales, políticas, económicas, culturales, en una perspectiva socialista-, como por su degradación y derrumbe -que nos enseñó que las obras humanas no siguen un curso progresivo, determinado objetiva e inequívocamente por leyes invisibles, y que si la marea humana y las organizaciones revolucionarias que la impulsan se detienen o extravían el camino, podemos sufrir gigantescas derrotas-.

Escribo estas notas pensando especialmente en las mujeres revolucionarias silenciadas, invisibilizadas, negadas, combativas, o reconocidas en el mejor de los casos en la segunda línea de la historia. Mujeres que entregaron todo su aliento, su alma, su cuerpo, su vida, para empujar a las variadas revoluciones anticapitalistas, anticoloniales, antipatriarcales, sucedidas desde entonces, con el objetivo de que las mismas llegaran más allá de los límites del pensamiento positivista, determinista, mecánico, dogmático, cosificador de las relaciones sociales e interpersonales y más allá de los límites políticos, burocráticos de las sociedades basadas en el control y el mando. Mujeres apasionadas, rebeldes frente a la sociedad en la que vivieron y forjaron sus luchas, pero también frente a los mandatos de sus partidos e incluso de sus compañeros revolucionaros. Pensar en esas mujeres –Clara Zetkin, Alexandra Kollontai, Rosa Luxemburgo, entre otras compañeras que abrieron caminos para todas en los comienzos del Siglo XX-, nos exige conocer y reconocer sus aportes a la difusión de las ideas sobre la necesidad de la “revolución”, en un mundo donde lo que se imponía era el disparate inhumano del fascismo, sus contribuciones a los debates sobre el “socialismo” como propuesta civilizatoria y humanista ante el crecimiento de la crueldad y la barbarie capitalista (“socialismo o barbarie” proclamó Rosa), su teoría y práctica del internacionalismo, en un tiempo en que se expandía un nacionalismo estrecho, guerrerista y racista, su activismo en la defensa de la paz ante la guerra imperialista, cuando muchas de las organizaciones que se decían socialistas claudicaron y terminaron avalando las políticas de guerra, nos permite pensar –en este tiempo- la íntima relación de las mujeres socialistas, de las feministas, de las protagonistas de las revoluciones del siglo XX y el siglo XXI, con la vida misma. No estamos hablando de un “determinismo biológico”, sino de una experiencia profunda, en la que la participación de las mujeres en la política está marcado no por cálculos de costo-beneficio tan propios de la política de mercado, ni por el deseo de una “carrera política” que compita con otras “profesiones liberales”  posibles, sino del impulso de proyectar el ejercicio de creación de la vida, más allá de la biografía personal. Conocer cada una de sus vidas, y las relaciones amorosas entre ellas, es comprender que adelantaron con su ejemplo el pensamiento feminista de que “lo personal es político”, rompiendo los modelos establecidos y esperados de comportamiento, los mandatos culturales y políticos de ese tiempo.

En esa perspectiva, hoy dialogamos con la experiencia de Rosa Luxemburgo, no como mujer al margen de la historia, sino como parte de un cuerpo colectivo enamorado y revolucionario en el que ese conjunto de mujeres talló su experiencia.

 “O vamos hacia el socialismo, o regresamos a la barbarie”. 1916

Rosa fue una mujer apasionada, valiente, libertaria, que entregó su vida no en el acto final del crimen con el que la socialdemocracia quiso acallarla, sino cada día desde su juventud en la que se comprometió con la lucha revolucionaria, en la Polonia en la que nació, el 5 de marzo de 1871, el mismo año en el que se levantaba la Comuna de Paris.

Rosa fue protagonista de varias revoluciones, Nos referimos no sólo a las que contabiliza la historia: las dos revoluciones rusas (1905 y 1917), y la revolución alemana (1918-1919), sino también a sus revoluciones personales, y a las revoluciones del pensamiento que promovió como mujer práctica y teórica a la vez.

Rosa desafió al dogmatismo, defendiendo al marxismo de esa amenaza de sedación de las pasiones y de la acción revolucionaria. Rosa desafió al machismo dentro de los muchos partidos en los que intervino de manera destacada (Proletariat, en Polonia, el Partido Socialista Polaco –PSP-, la Social-Democracia del Reino de Polonia –SDKP- rebautizado después como Social-Democracia del Reino de Polonia y Lituania –SDKPiL-, el Partido Social Demócrata de Alemania –SPD-, el Grupo Espartaco, el Partido Comunista Alemán –PCA-, y en su interacción con el Partido Bolchevique (POSDR) de Lenin, y la Internacional Comunista).

Nacida en Zamosc, Polonia, Rosa trascendió su lugar de origen en su experiencia revolucionaria, migrante, moviéndose con la brújula dirigida siempre hacia los lugares donde viera germinar brotes de revoluciones, haciendo del internacionalismo una raíz y la única frontera. Como mujer judía que vivió desde pequeña los progroms y el racismo, se emparentó con la denuncia de todos los modos de opresión y de violencia, sin hacer sin embargo de la identidad un cerco para sus modos de pensar el mundo y de sentirse en él.

Rosa Luxemburgo estudió economía en la Universidad de Zurich, por ser la única que en ese tiempo permitía el estudio a las mujeres, aunque prefería estudiar botánica y construir con cuidado un herbario donde daba cuenta de su observación y encuentro en la naturaleza. Rosa hizo aportes a la teoría económica marxista, en sus estudios sobre la acumulación del capital, e hizo aportes insuficientemente estudiados a la pedagogía revolucionaria, en sus clases en la escuela de formación del PSD. Rosa fue una mujer que entregaba generosamente su tiempo a la revolución, aunque disfrutaba de cada minuto ganado a esa causa para dialogar con los pájaros, para pintar en un campo, para soñar con un hijo –negado por su compañero Leo Jogiches en pos de la acción revolucionaria-, para vivir varios amores, para cultivar intensas amistades. Rosa vivió con ímpetu al amor, pero no aceptó finalmente el chantaje emocional de quien fue su compañero político en varios tramos de su aventura de vida, y se atrevió a enamorarse una y otra vez, rompiendo las convenciones sobre “la familia” presentes en las direcciones partidarias, osando inclusive amar a Kostia Zetkin, el hijo de su amiga Clara, 23 años más joven que ella. Un escándalo para un socialismo conservador, en el que la familia era un factor de disciplinamiento altamente patriarcal. Rosa Luxemburgo, la mujer de las muchas revoluciones, revolucionó a las organizaciones que creaba y a las que llegaba; revolucionando su propia vida y la de quienes la rodeaban.

Es esa Rosa la que conmovió al Amauta José Carlos Mariátegui, marxista originario de Nuestra América, que escribió entonces en clave de despedida, frente a los muchos ataques que recibía Rosa por su irreverencia antidogmática: “¿Y en Rosa Luxemburgo acaso no se unimisman a toda hora la combatiente y la artista? ¿Quién entre los profesores de Henry De Man admira, vive con más plenitud e intensidad de idea y creación? Vendrá un tiempo en que, a despecho de los engreídos catedráticos que acaparan hoy la representación oficial de la cultura, la asombrosa mujer que escribió desde la prisión esas maravillosas cartas a Luisa Kautsky, despertará la misma devoción y enontrará el mismo reconocimiento que una Teresa de Avila. Espíritu más filosófico y moderno que toda la caterva pedante que la ignora –activo y contemplativo al mismo tiempo- puso en el poema trágico de su existencia el heroísmo, la belleza, la agonía y el gozo, que no enseña ninguna escuela de la sabiduría”.

Con esa Rosa dialogamos, un siglo después de que la social democracia la asesinara, como anuncio de los “tiempos oscuros” que seguirían, marcados por el ascenso del fascismo.

“Libertad solamente para los partidarios del gobierno, solamente para los miembros de un partido –por más numerosos que sean, no es libertad. Libertad es siempre libertad de quien piensa de modo diferente”.

¿Por qué sentimos necesario recordar a Rosa Luxemburgo, después de tantas muertes, después de tantos cuerpos arrojados a los ríos y a los canales, después de tantas desapariciones que nos hicieron y nos hacen, en la búsqueda por desaparecer nuestros sueños y nuestras luchas? ¿Por qué es necesario pensar a Rosa Luxemburgo, con un siglo y un mar de distancias entre sus revoluciones y las nuestras? ¿Cómo hacer de su memoria no un ritual, no una efeméride, no un gesto testimonial, sino un grito desgarrador, movilizante, conmovedor, que nos haga temblar de rabia y de deseo de continuar esa lucha, aprendiendo de las duras lecciones que vamos recibiendo?

Un aspecto transgresor de su pensamiento, es que Rosa no hizo de las contradicciones políticas juegos de palabras dicotómicas, que disociaran las posibilidades de la lucha socialista. Frente a los debates sobre reforma o revolución, ella afirmó: reformas y revolución. Frente a los debates sobre lucha parlamentaria o lucha insurreccional, ella afirmó: lucha parlamentaria y lucha insurreccional. Partido de cuadros y de masas. Al mismo tiempo supo que en esas tensiones, habría que jugar el partido fundamental en un lugar preciso. El de la revolución, el del socialismo. Nunca pensó que el juego era sencillo ni que la victoria era inmediata. Sabía que derrota y victoria, son parte de nuestro andar. Jugando en el terreno propicio de las revoluciones, no temió la polémica con los adversarios dentro del mismo campo –por más reconocidos que fueran- como Eduardo Bernstein, Karl Kautsky o el mismo Lenin. Defender la revolución, no es adular a sus profetas y líderes, sino dialogar con ellos/as, pensar los límites, afirmar sus aciertos, y atreverse a explorar otras posibilidades, si se siente que la lucha revolucionaria va quedando atrapada en una encerrona política, o ideológica.

Socialistas y feministas tenemos en Rosa a una compañera que aún camina entre nosotras. Cojea al caminar desde sus cinco años, pero no se le nota el dolor o la dificultad cuando anda incitándonos a superar los obstáculos y a desafiar los tiempos oscuros, a no conformarnos con las palabras de orden. En el escrito que hizo un día antes de ser asesinada, respirando la derrota brutal de la revolución espartaquista decía: “¡El orden reina en Varsovia!”, “¡El orden reina en París!”, “¡El orden reina en Berlín!”, esto es lo que proclaman los guardianes del “orden” cada medio siglo de un centro a otro de la lucha histórico-mundial. Y esos eufóricos “vencedores” no se percatan de que un “orden” que periódicamente ha de ser mantenido con esas carnicerías sangrientas marcha ineluctablemente hacia su fin”.

Los mandamases del orden odiaban la figura pequeñita de Rosa Luxemburgo. Temían a su palabra y a su acción, a su energía y a su coraje. Por eso tenían que completar el orden de Berlín, con su asesinato y el de su compañero, Karl Liebnecht. Los continuadores del esclavo Espartaco, seguían rebelándose abiertamente contra la esclavitud. Y el ejemplo era y sigue siendo peligroso.

Decía en el mismo escrito: “En Alemania hemos tenido, a lo largo de cuatro decenios, sonoras “victorias” parlamentarias, íbamos precisamente de victoria en victoria. Y el resultado de todo ello fue, cuando llegó el día de la gran prueba histórica, cuando llegó el 4 de agosto de 1914, una aniquiladora derrota política y moral, un naufragio inaudito, una bancarrota sin precedentes. Las revoluciones, por el contrario, no nos han aportado hasta ahora sino graves derrotas, pero esas derrotas inevitables han ido acumulando una tras otra la necesaria garantía de que alcanzaremos la victoria final en el futuro. ¡Pero con una condición! Es necesario indagar en qué condiciones se han producido en cada caso las derrotas. La derrota, ¿ha sobrevenido porque la energía combativa de las masas se ha estrellado contra las barreras de unas condiciones históricas inmaduras o se ha debido a la tibieza, a la indecisión, a la debilidad interna que ha acabado paralizando la acción revolucionaria?”

Indagar las condiciones de la derrota, los errores de la acción revolucionaria, eso coloca a Rosa  un paso adelante…. frente a quienes temen a la crítica y a la autocrítica como al juicio final. Pero es la condición, decía, para que puedan haber futuras victorias, mirar críticamente la realidad y nuestras acciones como parte de la misma.

Vuelvo al texto de Rosa: “¿Qué podemos decir de la derrota sufrida en esta llamada Semana de Espartaco? ¿Ha sido una derrota causada por el ímpetu de la energía revolucionaria chocando contra la inmadurez de la situación o se ha debido a las debilidades e indecisiones de nuestra acción? ¡Las dos cosas a la vez! El carácter doble de esta crisis, la contradicción entre la intervención ofensiva, llena de fuerza, decidida, de las masas berlinesas y la indecisión, las vacilaciones, la timidez de la dirección ha sido uno de los datos peculiares del más reciente episodio. La dirección ha fracasado. Pero la dirección puede y debe ser creada de nuevo por las masas y a partir de las masas. Las masas son lo decisivo, ellas son la roca sobre la que se basa la victoria final de la revolución. Las masas han estado a la altura, ellas han hecho de esta “derrota” una pieza más de esa serie de derrotas históricas que constituyen el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y por eso, del tronco de esta “derrota” florecerá la victoria futura”.

Imagino a Rosa abriendo el corazón para escribir estas palabras que la cuestionaban en primer lugar. “La dirección ha fracasado”. Después de todas las prisiones, después de sentir su cuerpo entumecido en los calabozos en los que pasó una gran parte de su vida. Después del dolor que le provocó la claudicación de la dirección de su partido votando en el parlamento los créditos de guerra. Después de sumarse a la revolución y de ser derrotada en ella. Después de rechazar la propuesta de sus compañeros de irse de Berlín, para cuidar su vida, Rosa miraba la derrota y escribía febrilmente, sus primeras conclusiones. Pasaba de la pedagogía a la política y de la política a la pedagogía, como quien danza en todos los escenarios.

Sus últimas palabras, antes de ser asesinada fueron éstas, con las que terminó el escrito. “¡El orden reina en Berlín!” ¡Esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya “se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto” y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!”.

Pienso que Rosa es y será, mientras haya mujeres que hagamos de nuestras vidas, un camino para que transiten los sueños de los pueblos, mientras haya mujeres que sigamos soñando y cambiando nuestras relaciones personales, y desafiemos las relaciones sociales de producción y reproducción de la vida, junto a los compañeros, que sepan serlo a la par, ni adelante ni atrás, caminando juntos.

Rosa es, y será, y seremos con ella, finalmente, si logramos ante la adversidad, mantener la alegría, el buen humor, el encanto por la vida. Rosa se burla con ternura de nuestros propios modos de celebrarla, cuando caemos en homenajes solemnes. A su compañera y amiga Mathilde, Rosa escribió desde la cárcel de Wronke: “Oh, Mathilde, ¿cuándo estaré de nuevo en Sudende contigo y Mimí (su gata), leyendo Goethe para las dos? Pero hoy quiero recitar de corazón un poema que me vino a la cabeza esta noche, sabrá Dios por qué. Es un poema de Conrad Ferdinan Meyer, el querido suizo (…) “estoy arrepentido, lo confieso compungido, de no haber sido tres veces más audaz”. Esta conclusión tú vas a ponerla en mi sepulcro… ¿Lo tomaste en serio Mathilde? ¡Qué! Tienes que reír de eso. En mi tumba, como en mi vida, no habrá frases grandilocuentes. Sobre la piedra de mi tumba deben aparecer apenas dos sílavias: zvi, zvi. Es el canto de los (pájaros) carboneros. Yo lo imito tan bien, que ellos vienen corriendo”.

El orden reina en Argentina, Rosa. Así dicen los escribas del poder mundial. Pero aquí estamos. Las mujeres. Los pueblos. Las revoluciones pendientes. Fuimos. Somos. Y seremos. Zvi zvi.

Por Claudia Korol

 

Sobre Pregunto de Pablo Paredes

 

I

Pregunto

Conjurar el tiempo arrasado

Por la pasión de vivir

Y de morir

Cómo es?

 

II

Pregunto

Llegar a ese lugar

Donde las luces encandilan

Para bajar

A la superficie alfombrada

De un deseo único

Cómo es?

 

III

Pregunto

La primavera

Repleta de nieve

Y globos de colores

O el invierno cálido

Reconstruído

Con chispas de fuego

Y azar

Cómo es?

 

IV

Pregunto

Creer en el infinito

Y a la vez

En la finitud más plena

Cuando la disolución

Encuentra un lugar

Que no cuida

De bellezas

Que esconde

Un sin tiempo

Cuando  todo y nada vale

Cuando  pueda sentir

Que a lo mejor

Un día

Sólo un día

Las luchas brillen

Cómo es?

Por María Alicia Gutiérrez

 

La Rusa 

 

Madre de todas las batallas,

la Rusa

polleruda,

obrera,

campesina

secuela costillar de los que bajaron de los trenes

los marineros

los montajistas

los formalistas

 

la Rusa

apátrida,

internacionalista

la que enamoró a la estepa de Este a Oeste

sola, de a pie,

oriunda de otro Octubre

del lado de allá del muro que todavía no iba a ser,

reverso del melodrama romántico,

del folclore

 

la Rusa

bisexual

hija de la Revolución

mitad animal,

mitad quimera

a la hora del peligro o de la Historia

extranjera de la cartografía ortodoxa

devenir mujer

devenir grulla

devenir Leningrado

 

la Rusa

pasionaria,

popular

la que escribe John Reed

la que baila Isadora

(en carne propia, en lengua extraoficial)

gaviota y ciprés,

como hablamos, como somos

 

la Rusa

la abrasiva, la profana,

tesis de atracción y rechazo

montaje intelectual

fílmico

arte, abstracción y política:

las masas que conmovieron los días del mundo

roto para siempre en diez,

el hombre con la cámara

la mujer para la Revolución de todos los sentidos

 

Ella camina, corre

tropieza, se levanta,

la Rusa,

junto a todas las putas de la tierra

entona la Internacional

procura endulzar el veneno del poeta

va a morir, no obstante, bajo el signo de Escorpio

(del lado de acá del muro que vendrá)

paz, pan y trabajo para ellas

las de Octubre

devenir devenir devenir

las pollerudas del soviet

 

la Rusa

entonces,

encumbrada ahora,

clava el trapo rojo en los jarrones del Kremlin

mea sobre el calendario gregoriano

sostiene las tetas encendidas

erectas,

alza la garganta hostil sobre la mesa de montaje

rechazo y atracción internacionales

muerte a los muertos

muerte a los presidentes

muerte a los ricos del mundo (¡uníos!)

muerte a los traidores que vendrán

 

la Rusa

vulva indómita,

prodigiosa

néctar entibiado para calmar la sed universal

madre y padre

en devenir

generacional y transhistórica (la vulva y el prodigio),

madre de todas las batallas,

padre ausente por las dudas, por las malas

devenir sexo y cañón

paredón y después

 

la Rusa

nuestra de los 70,

opaca en los 80

ensangrentada en los 90

la mexicana insurgente

la vietnamita violada

la argentina desaparecida

la sudafricana ultimada

devenir mujeres,

antropófagas

rojas

rojas

rojas

por el siglo de la sangre derramada

en el muro de Pink Floyd

 

la Rusa

oradora

cónyuge

embajadora que canta

madre colectiva, épica,

transnacional

histórica

roja

roja

roja de todos los rojos del mundo unidos

 

La Revolución es una mujer en ruso,

la palabra justa,

esa falta que nos territorializó la espera

 

Por María Iribarren

 

Arañar la revolución

La revolución no es inevitable. No son fuerzas que se desenvuelven, existe la esclavitud, la náusea que sangra por dentro y en el umbral de los cuerpos, la quietud. Dolor sostenido como decisión o como ceguera. A la revolución se la araña.

La revolución no existe a priori, no es inevitable. Las contradicciones nunca son lo suficientemente insostenibles si no se las mira a la cara. Las fuerzas no se desenvolverán de modo natural para abrazarnos en la ruptura. Frente a ella, vigorosa, se erigen las constelaciones de cadenas. Cada segundo de tiempo que guía a los cuerpos hacia la muerte. Cada momento que pierde lo colectivo, embarrado en el sustrato del sopor-guillotina. La guillotina que corta el tiempo. No para, no entiende, cada palabra que leo no va a volver. Cada instante abulta los bolsillos dominantes y será vida arrebatada. Inconmensurable, tiempo para existir que fue tiempo de otro.

La revolución no existe a priori, no es inevitable. Exige musculatura que arrastre las pesadas cadenas hacia el abismo de la incertidumbre. Será muchas muertes, no la del tiempo. La cola en la silla frente a la computadora que no le importa a nadie. El alma corrupta, la comodidad o el engaño, o vaya uno a saber por qué. El cambio exigirá desgarro de los tubos en los que viajamos conmovidos por la inercia paralizante. Espectros de la quietud. El cambio no es de los buitres hambrientos de carroña que lo reclaman para sí.

La revolución no es inevitable. Pero será. Será si la asfixia del cuerpo violado, despojado de su propio tiempo, se llena los pulmones de aire que aún no es para imaginarse respirando. Si la potencia de los modos posibles de ser en el mundo se dibujan en el horizonte de lo realizable.

Por María Victoria Raña

 

cof

 Revoluciones de Julia Vallejo

 

Fotografía Principal: Eloísa Molina