La selectividad de la participación en el debate del aborto muestra la manera en que la Alianza Cambiemos piensa comprimir la discusión y saldar así su disputa interna que expresa diferencias irreconciliables al interior del bloque.

Las audiencias públicas son una herramienta democrática para que el pueblo se vincule de manera directa con sus representantes. Fue incorporado al reglamento de la Cámara de Diputados bajo el artículo 114 bis en el año 2001. Antes de que se anunciara la convocatoria al debate por la legalización y despenalización del aborto, la última vez que el Congreso abrió sus puertas para escuchar formalmente las voces de la calle, fue en torno a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Aunque, aquellas jornadas tuvieron una impronta profundamente popular, fueron multitudinarias y en distintas ciudades, con un clima de participación activa y colectiva. Por el contrario, éstas imponen un auditorio virtual y cerrado. La gran cruzada cultural que se impuso en 2009 visibilizó la voracidad de las corporaciones mediáticas. Ahora, en cambio, apoyado en la transmisión por streaming de cada jornada, con el recinto vacío y ordenado, el oficialismo quiere confinar la discusión a “expertxs” despolitizando así el debate que confronta con las corporaciones médicas, farmacéuticas y religiosas que se benefician con la clandestinidad del aborto.

Las presidencias de las cuatro comisiones donde fueron girados los nueve proyectos son ocupadas por Cambiemos, dos del PRO y dos de UCR. También son simétricas las posiciones en relación al aborto, cada facción de la alianza oficialista tiene su representantx a favor y en contra: Daniel Lipovesky del PRO que preside Legislación General, cabecera del debate, junto a la radical Alejandra Martínez de Mujer, Niñez y Familia firman el proyecto mayoritario; mientras que Carmen Polledo (PRO) al frente de la comisión de Salud y Gabriela Burgos (UCR) de Legislación Penal rechazan la posibilidad de garantizar el acceso al aborto de manera libre en Argentina, incluso hasta las 14 semanas. Es su responsabilidad confeccionar y someter a votación del pleno de integrantxs, la dinámica de funcionamiento; el reglamento sólo impone que sean orales, simplificadas y accesibles, también aclara que no son vinculantes.

Por eso en estas jornadas que lleva el debate, se vuelve monótono y predecible audiencia tras audiencia. Recién en el séptimo día se escucharon con fuerza las voces de la disidencia sexual. Si bien algunas lesbianas ya habían pasado por el plenario, sin dudas, la primera del mes de Mayo quedará en el registro histórico como la más disidente de todas. Lesbianas, bisexuales y trans se subieron al estrado y con orgullo sacaron del centro de la escena a las mujeres cis y a las relaciones heteronormadas como sujeto principal del debate de aborto. Con sus palabras y presencias corrieron los límites del discurso que se repite con más o menos detalles a favor y en contra.

El aparente debate ordenado que implementó Cambiemos sólo se interrumpe en pocas ocasiones. En las bancas: cuando desde el atril asimilan aborto con genocidio y a quienes abortan con Hitler; cuando se exhiben bombachas o imágenes sangrientas; o cuando alguna estrella de la TV habla en primera persona. Pero las presidencias se inquietan cuando alguna lesbiana valiente explica sin rodeos que las políticas de Mauricio Macri empeoran la situación y empujan a abortos cada vez más inseguros, y más cuando pide por la Libertad de Milagro Sala.

Esa idea de mantener todo prolijamente regulado en falsos estándares de civilidad para que las posiciones encontradas no se enfrenten, deja intencionalmente afuera la cotidianidad con que se realizan abortos en Argentina y al movimiento popular que se expresa en los Encuentros de Mujeres y en las movilizaciones feministas de los últimos años. Se intenta despolitizar así un debate como si la crisis económica, la feminización de la pobreza o el vaciamiento del Estado fueran ajenos a la multiplicación de abortos inseguros en los últimos años. Sólo las referencias al incremento desmedido del precio del Misoprostol desde el 10 de diciembre del 2015, remarcado 26 veces y los salarios depreciados, alteran a las autoridades del plenario, que llaman al orden para que se ciña el debate a los proyectos y “no se politice el tema”.    

Esa manera de conducir una discusión largamente instalada en la agenda política de las mujeres, que atraviesa sectores sociales, políticos e identitarios, garantiza mantener vigentes los discursos hegemónicos que revictimizan a quienes abortan para ganar legitimidad a la hora de votar. Desde que comenzó formalmente el debate, las irreverencias en redes sociales a los discursos antiderechos resultaron la manera más eficaz para derribar los esencialismos oscurantistas. En definitiva son la expresión más popular que en su recorrido saca el debate del recinto y de las organizaciones que sostienen durante años la reivindicación del acceso al aborto.

                                                                                                                                    Amanda Alma

Periodista parlamentaria

Foto: M.A.F.I.A.