Segato puede pecar de muchas cosas pero dudo que quede afuera del altar del feminismo. Al contrario, diría que hoy es la más feminista de todas. Tanto que es repelida por las propias feministas, aquellas aferradas a la “minoridad de la cuestión de género” o a la guetificación del género como lo definiría la autora.
Rita Segato propone un feminismo que a mi entender no sólo es de carácter planetario, si no que postula la relación opresiva del género como base de las violencias y las opresiones, de la opresión racista, de clase, etc. Y a diferencia de lo que escuche por ahí, sí propone salida: nada más y nada menos que un mundo feminista. ¡Pues entonces nada más feminista compañeras! Un mundo fuera del Yo Universal y universalizado históricamente por el varón colonial moderno, blanco, patriarca, occidental. Poder salir todes del mundo donde los únicos iguales son ellos, así como también la medida del bien y de lo bueno. Un mundo plural. Feministas: yo no despreciaría semejantes ideas y promesas de futuro.
Lo que sí no es
Lo que sí no es, es heredera de nuestros queridos populismos latinoamericanos. Rita en su último libro se pone a pensar en la fase apocalíptica del capitalismo (la actual) a la semejanza de la caída medieval. Y para hacerlo utiliza su experiencia como investigadora en algunos lugares de nuestra América: Ciudad Juárez especialmente, pero también México en su extensión y Centroamérica.
Cuando leo lo que escribe acerca de la dueñidad que se despliega en estos territorios, la violación y asesinato de mujeres sistemáticos en el que se expresan las nuevas formas de la guerra y el Segundo Estado conformado por las formas paraestatales: mafias compuestas por la corporación de varones educados bajo el mandato de masculinidad, no puedo hacer otra cosa que concordar. Es que hace años venimos viendo como en todos aquellos territorios latinoamericanos donde la derecha neoliberal ganó, se estableció y hegemonizó; efectivamente se constituyeron paraestados y la violencia creció de manera inaudita con los femicidios a la par, y como dice Rita Segato, sobre todo con los femicidios. El Segundo Estado no responde a las leyes del Estado y tiene poder irrestricto, tal como el poder del soberano foucaultiano y es precisamente esta característica la que se recrudece día a día.
Ahora bien, no puedo dejar de preguntarme qué piensa la autora sobre otras experiencias no lejanas: Argentina por ejemplo, donde a pesar de estar pasando actualmente por una crisis estructural, vemos cómo son juzgados empresarios de la empresa Ford Motor como partícipes en delitos de lesa humanidad. Es decir, donde las leyes por primera vez operaron sobre los representantes del capital; es decir, las leyes del Estado fueron aplicadas a los grandes dueños. Algo inédito en el mundo. O el caso de Bolivia y la plurinacionalidad del Estado y lo que esto significa.
Rita Segato habla de Latinoamérica, pero sólo propone como experiencias que sustentan sus ideas precisamente aquellas donde triunfó y se estableció lo más recalcitrante del neoliberalismo contemporáneo. Ante los hechos recientes, tales como la victoria de Bolsonaro en Brasil, la autora plantea que debemos darnos cuenta de que haber depositado tanta fe en el Estado no de mucho nos sirvió, basta ver hoy nuestros pueblos donde se imponen las rancias derechas… Y sí, supongo que tiene razón, pero… ¿qué decir entonces, de lo que hoy se está viviendo en México con la victoria de AMLO? o ¿qué decir sobre el proceso boliviano que sigue hoy vital y fortalecido?
En América Latina se disputan a mi entender dos modelos, no antagónicos sino diferentes, y no creo que nos encontremos frente a una hegemonía Ciudad Juarista en la región. Quiero decir, ¿por qué deberíamos pensar que se ha impuesto como hegemonía sólo ese modelo? No niego su existencia, al contrario, pero, ¿qué sucede con el resto? ¿no deberíamos tomar en cuenta las historias recientes del cono sur que supieron democratizar y distribuir la riqueza?
Y entonces de fondo pero con total protagonismo aparece la cuestión del Estado. Segato dice que nuestros estados, a diferencia de los europeos, fueron construidos a base de sangre y fuego y en el afán de aniquilamiento y/o domesticación de lo diferente por las élites criollas, y es verdad. Pero, ¿qué decir acerca de todas las experiencias populares latinoamericanas sobre todo del siglo XX que supieron democratizar la sociedad? Y si el siglo XX nos parece lejano ¿cómo podemos pensar entonces la reciente victoria en México de un líder popular que dice que se debe a los pueblos indígenas?
La pedagogía de la crueldad existe claro, y se hace más terrible en nuestros territorios, esa es la lógica del capital. Pero también nuestros territorios -y esto me parece importante destacar- son la cuna de las pedagogías de la ternura y del feminismo revolucionario.
Por Ana Clara Benavente