La política no es una disputa por difundir consignas hueras, para un lado o para el otro. Mientras ellos se limitan al orden de lo posible, nosotros lo alteramos (¿cuánto medía Alberto antes del anuncio?). Mientras piensan en slogans, escribimos libros (¡en el siglo XXI!). El neoliberalismo convence, nosotros hacemos pensar por acontecimientos que cambian el orden de las cosas. La estrategia, maestra: contra el golpe blando, contra la dispersión de sectores afines (recuperando la doble tensión reinar-gobernar, de la tradición política occidental). Apunta a explicar por qué ganamos (y no por qué estamos tan en lo cierto que perdemos). El resultado, impredecible: no sabemos qué va a pasar, lo sabremos; pero no sabremos nunca qué hubiera pasado si…. Lo que nos exige la jefa no es obediencia, sino que pensemos con ella, por ella, para ella. En ese sentido, sabemos que no hay consenso. Tendremos que dar la disputa adentro para que se manifieste en el afuera contra los sectores concentrados de poder. Convencidos de la decisión tomada (hacia afuera) y en estado de alerta (hacia adentro), para que Alberto nos tenga que convencer que en su cuerpo encarnan los nombres por los que estamos dispuestos a dar batallas. No sólo por Alberto; hay que militarlo a Alberto, para que, como Néstor, entre la diversidad de líneas que atraviesan su historia pasada, recoja las de la izquierda como fundamento para las que hay por crear en el futuro.
Diego Litvinoff
Sociólogo- Docente- Frente de Tormentas
Fotografía: M.A.F.I.A
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