El títere es divertido. Un juguete ancestral que no pierde vigencia, más allá de sus “actualizaciones”. Una reminiscencia animista, levemente perturbadora, habita en su atracción ¿Pero en dónde reside lo gracioso de ese humanoide de madera o trapo? Sobre todo en sus movimientos torpes. En la espontánea hilaridad que produce una caída, un golpe, o un movimiento desajustado a la norma, quebrado. Incluso no es graciosa per se su falta de autonomía, sino el gesto grotesco de simular tenerla. Parecerse a un sujeto autónomo pero no serlo (ni autónomo, ni sujeto, y una cosa x otra) Dentro del mundo del juego, esa leve disyunción, extrañamiento mimético de la forma humana, animal o automotriz produce gracia: casi el fundamento de la diversión juguetera se basa en ello. No hay juguetes abstractos, todos -incluyendo un palito/espada, un bollo/pelota, remiten a una forma conocida, a movimientos conocidos. En ser y no ser (a la vez) el ente referido, en moverse de modos pareciera normales.
Títere se usa también como metáfora. Lo mismo que monigote, marioneta. Indican que alguien no solo no es genuino sino que es manejado por alguna otra persona, desde arriba. También se dice «muñeco» al no-genuino (careta), pero sin la alusión a ser manejado desde las sombras, sino en referencia a un devenir una caricatura, subproducto de estereotipos hecho carne/plástico.
La “inautenticidad” del títere (metafórico o no) refiere a tener las manos, la cabeza, los pies atados. Incluso, contemporáneamente, de forma explícita. Los hilos están expuestos. Lo que se entronca con la progresía titiritera, donde el que maneja al muñeco está visible. Ya no está tapado por una tela negra como antaño. Configura una escena en donde ambos entes (títere/titiritero) salen a escena. No hay ocultamientos. Ni siquiera el ventrílocuo -hoy día, si es que siguen existiendo- tiene que hacer el «como si» hablara el otro. Posverdad mediante, el títere vuelve a escena de modo indolente. La mediación esta demodé en el universo de la transparencia (también) progresista.
¿Hay acaso forma de resistencia del títere, monigote o marioneta? Podría expresar algún tipo de dificultad en el movimiento, endurecer sus articulaciones. O por el contrario, sentirse a gusto, y pugnar por ser el mejor títere in-autónomo que se haya visto, evidenciando hilos, ataduras, sumisiones y replicaciones miméticas. Subsumirse feliz (incluso contra su bienestar) a los designios del titiritero.
He allí el gran titiritero neoliberal. No dejando de ser sintomática su referencia/simbiosis al mundo Disney: patrón titiritero mundial, padre de todos los títeres -dibujados y no dibujados-. Nada allí esta oculto. Todo en su brutal (y bruta) explicitación. El titiritero, los hilos, sus títeres. Replicándolo todo: de la enunciación de sus políticas celebratorias del odio, la discriminación y el individualismo (sus discípulos-monigotes se pelean por su palmeada cansada y aburrida). Odiando lo que el gran titiritero odia. Por caso, inmigrantes, por caso, comunistas, o condenando enfáticamente al enemigo petrolero del Pato mayor, en una batalla geopolítica, de la cual, estos títeres no la juegan más que a perdedor. Anhelando solo que se los deje fomar parte de un juego en el que se los requiere para ese rol: el que pierde. Desterrando aquellos intentos de autonomizarse (la rebelión de los títeres) en lejanas (ya) fábulas de Brics y Unasures. Ya no. El hilo no debe cortarse, principio y fin del mundo (del) títere.
El títere, por otro lado, en su universo/títere ve títeres por todos lados. Cree que todos, como él, son títeres. No le es concebible el pensamiento autónomo, mucho menos libertador (lo qué), ni que hablar emancipado (pero de qué habla este muchacho) Confundir titiritero con conductor/a es propio del titiretazgo neoliberal. El pensamiento liberal de raíz crítica (el sujeto está sujetado) devino apotegma pro individualista (sujeción infinita, autoinflingida, indolente, pseudo libertaria). Sólo, en la más sola de las soledades, puedo liberarme de las ataduras siempre opresivas de la sociedad (la utopía robinsoniana devino anhelo turístico de isla indochina). Y de paso ser feliz. Y como esto no es posible (siga participando) No queda más que seguir al que me habla a mí/de mí (Big data mediante), de mis deseos (matar al otro), y allí voy: titiretazgo hipervisible/ autocelebrado. El mercado, la abstracción titiritezca, por excelencia: el mercado está triste, el mercado está desconfiado, hay que cuidarlo, alimentarlo. Del Moloch come-hombres, y el Big brother vigila-todo, al Big data: auto titiretazgo de auto vigilancia-deglutiva.
Un ideario eurocéntrico (de sujeto liberado del títere malo, al sujeto de titireidad transparente) que poco tiene que ver con las formas de sujeción/liberación latinoamericanas, «periféricas». Donde el vínculo conductor/conducido de raigambre caudillesca, lejos del dirigismo de masa-disponible, expresa las formas lo indómito, heterogéneo, plagado de intercambios y de mutua constitución de este vinculo. No por nada se basa en el tándem lealtad/traición como configuración del universo político. Donde nada prefijado lo sella. Aunque claro, las traiciones maltrechas se pagan. Y la historia (la de sus lealtades, como continuidad de un ideario, por caso, el popular) absuelve y vanagloria.
Pero los títeres sin cabeza que saben de esto. Leales a sus estereotipos, a su idea fija/objetualizada del otro, para ellos, títere y titiritero no tienen nada que inventar en su vínculo: está todo dicho, siempre fue así, es la palabra de dios/mercado/patrón. Haciendo de la expresión “no dejar títere con cabeza” -de misoginia celebrada- su utopía política autocondenatoria. Donde eliminar es eliminarse. Y papá titiritero contento.
Celebrar ser títere, que se vean demasiado los hilos, mostrarlos alegremente, como mínimo, saca la gracia a tan noble juguete. En la potencial resistencia del títere al movimiento al que se lo obliga, no solo está lo intrínsecamente atractivo, sino que habita otra metáfora: la de imaginar una siempre posible/deseable rebelión de los títeres, universo del mito y la utopía, en la que tirando de los hilos, no solo expliciten al titiritero (hoy se muestra solo), sino que lo derriben y (de paso) ahorquen con los mismos hilos dirigistas. Alentando una rebelión en la juguetería, dándose al designio libertador de un circunstancial Super Hijitus o un Paturuzú, poderosos, solo en, y alentados por, la gesta titiritera.
Sebastián Russo
Docente – Sociólogo (UBA/UNPAZ)
(Una versión reducida de este texto se publicó en Pagina 12 https://www.pagina12.com.ar/205375-el-titere-y-la-politica)
Un comentario en “El títere y la política”
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