Pensando un poco en precisar la existencia de las comunas, me vino a la memoria, cuando lo escuchaba a Horacio [González], la discusión que ha existido entre los historiadores argentinos acerca de cuándo empezó la nación – debo decir, que estas discusiones acerca de cuándo empezó algún proceso histórico suelen ser bastantes relativas-. Si uno/a lee a Mitre en la historia de Belgrano, puede entrever que, desde su perspectiva, pareciera que la nación argentina (casi) empezó antes del 25 de mayo. Digo casi porque Mitre decía que ya la ciudad de Buenos Aires tenía un grado de sociabilidad más avanzada que el resto de las ciudades colonizadas por España y, por el otro lado, ya existía un proyecto de independencia en ese núcleo dirigente. Por esta razón, nosotros solemos festejar el 25 de mayo tanto o más que el 9 de julio, el Día de la Independencia.

Otros historiadores han señalado que, en realidad, no se puede hablar de nación argentina hasta varias décadas después del 25 de mayo. Pensemos que en ese momento no se sabía efectivamente cuál iba a ser la conformación de esa nación. Por ejemplo, uno de los grandes protagonistas de aquel momento terminó quedando afuera de la Argentina: Artigas es hoy el gran prócer de Uruguay. De cualquier manera, a mí tampoco me convence que empecemos a pensar la nación argentina a partir de 1853, porque en el momento en que se formaliza la constitución nacional, también se recoge toda una historia, una memoria política atada a una serie de tradiciones y luchas que hace a la construcción de la nación. De modo que alguna razón también tenía Mitre aunque, en buena medida, su afirmación estaba fundada en una necesidad de establecer una preeminencia de la ciudad de Buenos Aires respecto al resto del país y de Argentina en el concierto americano.

¿Qué tiene que ver esto con la comuna?

Bueno, en el hecho de que si uno se queda en la institucionalidad de las comunas, la historia, en verdad, es bastante pobre. No sólo porque son pocos los años que pasaron desde que se sancionó la ley de las comunas e incluso porque esta ley fue aprobada muchos años después de la sanción de la constitución de la ciudad  (esta constitución tenía que sancionarse de inmediato y el entonces jefe de gobierno De la Rúa consiguió imponer las cláusulas transitorias que establecían que en los subsiguientes cuatro años no se iba sancionar la ley de comunas, lo que coincidía con la duración de su mandato). Y, como sabemos, ese proceso estuvo plagado de dificultades y el sistema político de la ciudad mostró poco interés en la sanción de esa ley.

Pero también las comunas han tenido una existencia muy relativa dado que no estuvieron caracterizadas por lo más importante que debía tener, en teoría, una comuna: la participación ciudadana. Y la verdad es que terminamos con un gobierno que durante los últimos 12 años ha transformado las comunas en meras reparticiones administrativas y con un proceso de descentralización que no ha apelado a los vecinos en ninguna circunstancia.

Entonces, por lo menos para mí que tuve cierta participación en los años en que se sancionó la Constitución de la ciudad, la historia de las comunas es un poco la historia de una frustración.

Debo decir que toda la constitución de la ciudad de Buenos aires tenía una impronta de democracia participativa. Eso coincidía con la preeminencia en la ciudad, al menos en esos años, de una fuerza política en la que uno depositó muchas expectativas y cuyo final fue bastante doloroso. Esas expectativas no se cumplieron, en la mayor parte de los casos. Pero, dentro de ese proyecto de democracia participativa,  las comunas nos parecían una herramienta fundamental y privilegiada porque permitían, fantaseando un poco, pensar que si se sancionaba la ley rápidamente  y las comunas efectivamente tenían una existencia real e, incluso, si la fuerza política que gobernaba tenía la intención de alentar la participación ciudadana – muchas condiciones, como ustedes ven- se inauguraría en la ciudad un proceso democrático mucho más participativo, mucho más ligada a los movimientos sociales, mucho más atento a los sectores excluidos de la vida de la ciudad.

Y eso iba acompañado de otra idea fundamental que consistía en que para hacer eso era necesario romper con la lógica de funcionamiento político y del desarrollo económico que caracterizaba a la ciudad de buenos aires desde hacía años: la lógica absolutamente ligada al desarrollo inmobiliario que, con la globalización, se consolidó aún con mayor preeminencia.

Todo eso no pudimos hacerlo y todos, de alguna manera, fuimos y somos responsables – Jaspers decía, refiriéndose al holocausto, que todos en el mundo somos responsables de esas grandes desgracias de la humanidad, porque no podemos sentirnos ajenos a ellas-. Bueno, igualmente, no exageremos, la postergación de la sanción de la ley de comunas no es algo equiparable.

Pero para los habitantes de la ciudad de buenos aires, sí ha sido una carencia y un retroceso político fuerte. Y debemos revisar si todos hicimos lo mejor que pudimos para evitarlo.

Ahora bien, ¿qué es el ser comunal?

Confieso que hasta que recibí esta invitación no había pensado mucho en esto. Sí, en las comunas, pero no en términos de lo que implicaba ser de una comuna, ciudadano de una comuna, su identidad. Porque, en realidad, la ciudad tiene la característica de tener barrios de fuerte identidad. De modo que, a todas las dificultades que vimos que tenía este nuevo instrumento político, se sumó la situación de que las comunas, al juntar barrios, no se apoyaban del todo en esas identidades preconstituidas.

Por ejemplo, yo vivo desde hace algunos años en la comuna 5 y tenemos un local político que está ubicado casi donde termina Almagro y empieza Boedo. No hemos querido averiguar exactamente (aunque me parece que lo sabemos) cuál es ese límite, puesto que, en tal caso, deberíamos tener que empezar a  decir que “nuestro local está en Boedo o en Almagro”. Preferimos mantener esa duda y decir que estamos en la comuna 5 que comprende a Almagro y Boedo. Pero aquellos/as que realmente son de la comuna 5 (no los que hace algunos años nos hemos ido a vivir allí) te dicen “no, yo soy de Almagro o de Boedo”, porque son dos barrios de identidad fuerte. Sobre esos barrios se ha creado esta nueva unidad política descentralizada que, de alguna manera, tiene que recoger esa tradición, ese espíritu ciudadano e incluso sus rivalidades. El hecho de que seamos una comuna no quiere decir que no podamos albergar distintas entidades barriales. Pero todo eso sería más fácil si la comuna tuviese una existencia real.

Entonces, me parece que el ser comunal es más un proyecto que el reconocimiento de una realidad. Pero no es un proyecto irrealizable y creo que contribuye a pensar en las comunas como entidades con presencia real en la vida política y social de la ciudad. Una comuna donde participen los ciudadanos va a llevar a que aparezca, además de las identidades barriales, una identidad de las comunas.

De esta manera, si no cambia la ley de comunas, los habitantes de Almagro y Boedo van a tener que aceptar que son ciudadanos de la misma comuna y entonces, probablemente en el futuro, tengamos un espíritu de ciudadanos de la comuna 5, con un nombre, una cultura, una identidad de la comuna

Ahora, esto es difícil porque, además, la lógica actual que organiza la ciudad ha ido moldeando a su población bajo una concepción que viene ganando las elecciones desde hace tres períodos. Así como esta ciudad ha tenido sectores sociales excluidos en sus límites también es cierto que ha ido expulsando gente de la ciudad. Es una ciudad que fue modificando su composición social y que ha elevado su rango etario, y, en consecuencia, ha consolidado ciertos discursos y características del comportamiento humano tendientes a rechazar a los jóvenes, sobre todo a los más vulnerables, con más fuerza y con más decisión.

Pero nosotros tenemos que pensar que el hecho de construir las comunas en la ciudad y de plantearnos la construcción de esa identidad comunal supone, ante todo, profundizar nuestra relación con los vecinos/as y estimular la participación ciudadana, algo que no es independiente de enfrentar la lógica que viene determinando el funcionamiento de la ciudad de Buenos Aires desde hace varias décadas.

Nosotros estamos haciendo acá (en el Abasto) esta reunión, pero este barrio estuvo a punto de dejar de existir. Cuando se construyó el Shopping Abasto, el proyecto era desalojar todas las zonas circundantes más o menos próximas y construir una zona para la gente que tuviera el nivel económico para vivir y adquirir las construcciones que se suponían iban a realizarse en los alrededores. Eso no fue así. No hubo tal transformación radical. Cito esto porque muchas veces se ha dicho que quienes defendíamos a los sectores de menores recursos y las tradiciones de la ciudad teníamos una actitud de rechazo a lo que podríamos llamar la modernización. No se puede plantear así la discusión, porque no es la modernización lo que se rechaza sino su sesgo de exclusión social y la no participación de los ciudadanos de Buenos Aires  Y me parece que es fundamental que nosotros revindiquemos el derecho de los ciudadanos de Bs. As. de participar de la discusión sobre las prioridades. Es difícil que esto pueda resolverse sólo con la consulta a la legislatura: no porque no haya legisladores que puedan defender estas posturas, sino porque lo principal es que para impulsar estas ideas nosotros tenemos que ganar al conjunto de la población de Buenos Aires y sobre todo a los afectados por las políticas de la actual gestión.

Esto es importante que lo pensemos ahora que se inicia una nueva etapa, porque aun ganando Rodríguez Larreta, con el fin del macrismo a nivel nacional, se inicia momento nuevo en la vida política de la ciudad de Buenos Aires. Y nosotros tenemos que pensar que no hay manera de garantizar el desarrollo de las comunas y la participación ciudadana si al mismo tiempo no somos capaces de desarrollar un proyecto de ciudad distinto al de estos últimos quince años. Y esto es importante porque tenemos que pensar cuanto permanecerá del macrismo en nuestra sociedad.

Lo que nos estamos planteando acá es efectivamente una gran tarea. No se trata solamente de desalojar del gobierno a alguien que gobierna para los ricos. Se trata, en todo caso, de poder romper esta lógica de concentración del ingreso, de desarrollo inmobiliario para pocos, de exclusión de grandes sectores sociales, que es la que predomina en Bs. As. Si pensamos el tema de las comunas desde esta perspectiva, puede ser una propuesta muy importante de cara a la construcción de una Buenos Aires más social y participativa. Y las fuerzas que levantamos la bandera de la transformación tenemos que comprender que esto no puede hacerlo ninguna fuerza política sola, sino en conjunto con otras y fundamentalmente con la participación activa de la mayoría de la población y de los más afectados por esta lógica perversa de concentración.

Y esto puede encararse en el marco de una reunión como ésta, donde hemos hablado en términos horizontales y donde se ha reivindicado el lugar del ágora, la idea de comuna. Donde además han participado movimientos sociales y sindicatos, en el contexto de una unidad que debe exceder el hecho mismo de participar de una misma lista electoral. Creo que eso es fundamental porque la unidad política tiene que ser un camino para profundizar la democracia.

Eduardo Jozami

Fotografía: M.A.F.I.A.