Escucho a Yupanqui o a Mercedes Sosa y pienso en Maradona.
Hago un balance de lo vivido en cincuenta años y aparece, inevitable, Maradona.
Cuando extraño a lxs compañerxs en este encierro coronado, lxs extraño con Maradona.
Busco nada en la televisión pero en todo está Maradona.
Flor está mirando una película de Pontecorvo y por las calles de la Casbah argelina se lo ve pasar, bomba en mano, a Maradona.
Pienso en el amor y es Maradona. En los poemas de amor de Marx (sobre todo en aquel que dice que llenaría mil libros escribiendo sólo “Jenny”) y me resulta evidente que están dedicados a Maradona.
Lxs hijxs más grandes lloran a Maradona. El más chico, preadolescente, dice que Maradona no le importa y en esa misma insolencia revive a Maradona.
De memoria, recito “Vencidos” de León Felipe y entonces el Che y entonces el brazo de Maradona y entonces la Bombonera con su forma de abrazo y entonces un pibe –yo mismo- que en el 81 grita el gol de penal que sacó campeón a Boca desde uno de los viejos palcos, a la altura del palco en el que ahora se asoma con un puro y casquete guerrillero, medio cuerpo del propio Maradona que acaba de tatuarse al Che que acaba de leer a León Felipe que acaba de escribir “Vencidos”.
“Vencidos” habla del Quijote pero también de mí ante un dato radical: la muerte de Maradona.

VENCIDOS
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.

Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.

Por Darío Capelli

Sociólogo, docente, co-director de El Ojo Mocho

Fotografía: M.A.F.I.A.

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