La muerte de Hebe fue un palazo. No porque haya sido algo inesperado. Las respuestas naturales que una busca para explicar por qué una persona deja de existir tenían coherencia: los años, las huellas en el cuerpo, la vejez. Sin embargo, esa explicación persiste apenas unos segundos y la sensación de desamparo vuelve a invadir y la pregunta que resuena es ¿y ahora qué?

Hebe era un faro, una luz. En los momentos críticos de la historia de nuestro país, cuando la desorientación era grande, Hebe decía y hacía y era una referencia porque no especulaba, no mentía, sino que nos convocaba a hacer. Hebe no pensaba en quedar bien o ser políticamente correcta, ella pensaba en qué era lo necesario para que nuestro pueblo esté bien y actuaba. Algunas veces tuve desacuerdos con ciertos planteos, pero para mí su cualidad más grande era que te interpelaba. Te sacaba de la vida individual donde este sistema de hunde diariamente y te decía vos qué vas a hacer, no hay mundo si no luchás. En cada comunicado nos saludaba y reivindicaba a los compañeros y las compañeras que “saben de sobra que la revolución empieza cada mañana cuando uno se despierta y piensa qué va a hacer por el otro”.

En el año 80, Hebe junto con Nora Cortiñas vivieron unos días en nuestra casa en Francia, éramos exilados, mi padre y mi madre como tantos otros habían logrado escapar de las garras de la dictadura y eso nos había confinado a vivir por largos siete años en tierras lejanas y ajenas. Hacia allí fueron estas dos madres que en ese momento eran dos mujeres desconocidas que buscaban a sus hijos y que se habían propuesto dar a conocer su lucha hasta el último confín del mundo en búsqueda de justicia. Mi mamá cuenta que Hebe se quejaba porque la hacían dormir en una cama que estaba debajo de un cuadro de Evita y Perón y en aquel entonces ella aun no se habían encontrado con el peronismo. Cuando se volvieron a la Argentina, estas dos madres me obsequiaron un vestido tejido que aun mi mamá guarda. Para mí esta era Hebe, una mujer que aprendió de la lucha, del encuentro con los otros. El decir y hacer de Hebe no eran resultado de ideas solamente, sino de una práctica política colectiva a partir de la cual reflexionaba y convocaba. Por eso en sus inicios se quejaba de la foto y en los años venideros abrazó al peronismo, porque no tenía miedo a equivocarse. Empezó siendo una madre que buscaba a sus hijos hasta llegar a ser una referente política que nos enseñó que la maternidad es colectiva y que esa maternidad  no tiene que ver solo con lazos familiares, sino con luchar por un mundo donde la igualdad y la justicia social se impongan como forma de vida.               

A mediados de la década de los 90, mi generación asomó a la vida política. Se había caído el muro de Berlín y las voces dominantes repetían hasta el hartazgo que el capitalismo era el mejor sistema que la humanidad había creado para vivir. Nuestra realidad nos mostraba otra cosa, la desigualdad que había en nuestro país y el incremento de la pobreza y la desocupación que a finales de la década era inocultable mostraban el lado más rapaz de este sistema. Me acuerdo que en ese momento había dos cosas que alimentaban nuestros sueños en relación a que otro mundo era posible: los recitales de rock que eran una especie de misa donde podíamos hablar un lenguaje común y las marchas de la resistencia donde Hebe junto a las otras madres nos repetían una y otra vez que la lucha no había sido en vano y que ese era nuestro camino.

En una sociedad donde se imponía la competencia a fuego, donde lo piola era burlarse del otro y se iba instalando que para ser había que tener, frente a esa podredumbre, Hebe nuevamente decía y hacía. Así como lo había hecho en las rondas frente a la dictadura, nuevamente, alzaba su voz para advertirnos que ese no era el mundo por el cual tantos compañeros y compañeras habían luchado y que ahora estábamos nosotros y nos tocaba.   

Hebe tenía razón una vez más. Luego del estallido del 2001 y de tocar fondo, la experiencia de lucha de nuestro pueblo dio a luz a un gobierno popular que logró convocar a todos aquellos y aquellas que habíamos resistido al plan neoliberal y nos convocaba a retomar la construcción de un país soberano donde prime la igualdad. Para muchos de nosotros la militancia había sido un refugio desde donde resistir, desde donde crear vínculos que se opongan a la lógica del capital, sin embargo, Hebe nos convocaba a algo más grande, nos convocaba a avanzar, a construir un nuevo mundo. Tuvimos 10 años de gobiernos populares en la región que abrieron un camino de transformación. Fidel junto a Hebe y a tantos otros tuvieron un papel fundante en este proceso que convocó a las distintas generaciones a la militancia. Se planteó que la salida era política y que la participación popular era la condición para construir otra sociedad. 

Este camino es el que estamos construyendo con avances y retrocesos, pero con la seguridad de que nuestro tiempo es ahora y es de lucha. Nos queda mucho por recorrer y ahora Hebe nos acompaña desde otro lugar. La historia de nuestro país no hubiese sido lo misma sin ella.

Por Ana Eva Ziliani

Docente. Antrópologa

anaeziliani@gmail.com

Fotografía: M.A.F.I.A.

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